martes, 24 de agosto de 2010

Mi príncipe mago azul.




Desde pequeña, siempre he creído en esas historias tan extraordinarias acerca de una princesa, un castillo, dragones y un príncipe. Y cómo no, tan inocente soñaba que un día conocería a mi príncipe azul de dichos cuentos.
Todavía sigo creyendo en esas historias, pues se me ha hecho realidad aquello con lo que soñaba. Encontré y me enamoré de ese príncipe azul, claro que…  cambió un poco la cosa, como era de esperar. En vez de príncipe, me salió mago. Y en vez de tener un castillo grandísimo donde viviríamos felices y comeríamos perdices… tiene cartas y es un friki que lee El Señor de los Anillos y pertenece a un Semicírculo de magos.
Eso sí, no me quejo. Para mí es y será siempre mi príncipe, un poco distinto, pero mi príncipe azul.  Es más, con el paso del tiempo me he ido dando cuenta de que si no cambias un poco el cuento… al final es bastante aburrido.
Además, ¿a quién vamos a engañar? Somos tal para cual. 
Él es mi mejor carta de la baraja.

lunes, 23 de agosto de 2010

Mmm qué asco.



Es increíble como a veces el ser humano, la imagen mortal más perfecta creada en la tierra,  se rebaja a lo más mínimo. Y es que las personas en ocasiones tenemos pánico de lo más simple, vulgar y... natural. Natural como son, en este caso, los insectos.
Así es, miles de personas temen a esas criaturitas tan pequeñas que no llegan ni a la altura del tobillo, que no podrían ni pisarte si quisieran… y ¿por qué? Hablaré por mí. Dan asco, te pican (no todos), producen alergias, se enganchan en el pelo, la ropa, etc, en definitiva… ¡son bichos! Y a mí, personalmente, me da pánico alguno de ellos. Ahora bien, no me llaméis delicada, ni “quejica”, ya que muchos de vosotros también os asustáis cuando ronda cerca alguna avispa, saltamontes, arañas… sé que no soy la única. Lo que nunca he entendido ni entenderé es como estos animalitos, que como ya he dicho son diminutos y en verdad no podrían hacer mucho, dan fobia y la primera reacción cuando los vemos es echar a correr. Sé que algunos de ellos pueden picar o morder, y eso produce cierto miedo, pero… ¿y los demás? Dan asco, esa es la palabra. 
Las cucarachas por ejemplo. Creo que no conozco aún a ninguna persona que no les cause temor o repugnancia. Son horribles, y hay miles de ellas. Pero lo peor es cuando las aplastas… su sonido es como el de una patata frita, puaj, lo odio. Pienso que no existe otro animal que me dé más aprensión, y es tanta la rapidez de mis piernas cuando ve una, que lo primero que hago es gritar, y acto seguido coger algo para aplastarla (pobrecillas...)
Lo dicho, algo tan pequeño, tan inocente como puede ser una cucaracha, nos origina tanto pavor que perdemos hasta la compostura.

jueves, 19 de agosto de 2010

Las nuevas tecnologías y yo.



Siempre me hago un lio a la hora de montar la Xbox, literalmente. 
Es una batalla perdida, siempre gana ella. 

martes, 17 de agosto de 2010

Rabia.




Intimidados, engañados, desplazados... 
¿Igualdad para quién? O todos, o ninguno.

lunes, 16 de agosto de 2010

OH!


El verano pasa en un abrir y cerrar de ojos y, para cuando te quieras dar cuenta, ya estás con el abrigo puesto y la bufanda liada al cuello. Lo mismo pasa con los exámenes de septiembre.
Cuando llega agosto te percatas de que, como no te des prisa, alcanzas el 1 de septiembre tan verde como la lechuga.
Es un hecho general, todas las personas que tenemos algún examen en septiembre nos pasa. Y entonces es cuando nos preguntamos; ¿y la promesa que me hice en junio?. Nada, te prometiste a ti mismo empezar a estudiar, pero entre el calor, la playa, la piscina, los amigos, las cervecitas, las fiestas, los moros, los cristianos… pestañeas dos veces (si llega) y ya es final de agosto.
Y es que esto es así, el curso se hace larguísimo, mientras el verano casi ni puedes rozarlo. Ahora es nuestro deber asimilar lo que no se ha hecho durante el verano y empollar los codos hasta que desaparezca ese lucido moreno y empiecen a pelarse.

sábado, 14 de agosto de 2010

DOS


Gracias por hacerme sentir tan afortunada y poder sonreir cada día.